LA EDUCACIÓN EN LA ENCRUCIJADA

Autor: Maritain, Jacques
Fuente: Palabra

EL AUTOR - Jacques Maritain. Fue uno de los más grandes pensadores del siglo XX. Fue un hombre de profunda pasión religiosa, filosófica y cívica, así como un testigo activo y participante en los acontecimientos de su tiempo. Fue uno de los padres de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 1948 y uno de los grandes defensores del ideal democrático amenazado por las ideologías totalitarias del siglo pasado. Sus reflexiones sobre democracia, arte y ciencia constituyen un instrumento sólido y efectivo para la interpretación de los cambios que experimenta el mundo de hoy.

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          La educación está en crisis; la afirmación es aceptada por un amplio espectro de personas, si bien son distintos los modos de intentar resolver esa situación. Sorprende que Maritain, en 1943, fecha en la que escribe el contenido principal del libro, apunté ya a la causa fundamental de la crisis: No es una crisis pedagógica sino antropológica. Cuando se pierde la conciencia de la dignidad de la persona humana, si se desconocen las básicas sobre la naturaleza del ser humano, el educador se pierde. La educación es un arte, decía Maritain, pero el error más grave es olvidar su fin. Si no sé quién es el hombre, a lo más que puedo tender es a ofrecerle una instrucción técnica. Otro error cercano es equivocarse en la respuesta a la pregunta ¿quién es el hombre? Toda negación de la dimensión trascendente del hombre conduce a negar la parte espiritual de su educación. Si el ser humano es sólo materia, la libertad no existe; se hablará entonces de adiestramiento, o se limitará a planteamientos pragmáticos, sociológicos... A lo largo de los últimos siglos se han dado diversos sesgos reduccionistas; uno de ellos fue el intelectualismo; otro el voluntarismo. Ahora cabría hablar del emotivismo, pero Maritain no lo menciona pues en 1943 no era un desenfoque tan extendido. En todo caso, cuando no se respeta la realidad completa de la persona humana, la educación deja de ser integral para adquirir un sesgo reduccionista.

        El libro consta de seis capítulos. Es en los capítulos segundo y cuarto donde se centra en las cuestiones esenciales. En un caso aborda lo que considera esencial en la educación y en el otro, los desafíos de la educación actual. Salvo algunas cuestiones muy coyunturales, como los retos de la educación cuando termine la guerra –el libro está escrito en 1943- el resto de los temas tienen permanente actualidad. Llama la atención su afirmación de que se irán eliminando las barreras sociales entre los trabajos manuales e intelectuales; su afirmación de que si considera a la educación cristiana la más idónea es porque se ajusta a la realidad del ser humano.

        Dentro de su propuesta curricular, Maritain establece la adquisición de una sólida y amplia base humanística como una necesidad previa a la especialización, para no perder de vista la visión amplia que debe de tener toda persona. Una especialización prematura resulta perjudicial; por eso “la labor universitaria debe encontrar su complemento en la tarea de los institutos de investigación avanzada.” Se queja de que los jóvenes contemporáneos “saben mucho acerca de la materia y los hechos naturales, pero casi nada sobre el alma” y por eso destaca la importancia de las humanidades. Recuerda el papel prioritario que en la educación debe de tener la familia y la misión subsidiaria del Estado. Si bien considera que la escuela debe de primar la educación intelectual, considera que actualmente debe de dar un valor especial a la formación moral de los alumnos, ante la falta de criterios elementales en la sociedad. Ya al comienzo del libro había señalado la meta que el filosofo griego Píndaro consideraba esencial: “llegar a ser hombres.”

        Es importante la pedagogía, pero ante la verborrea de quienes pretenden reducir todo a técnicas pedagógicas, no viene mal que se nos recuerde la importancia de acertar en los fundamentos antropológicos, sin los cuales todo lo demás se viene abajo.

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