¿QUÉ ESTÁ PASANDO CON MI HIJO DE TRES AÑOS?
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- 01 Mayo 2008
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Ha trabajado en el mundo de la empresa durante 13 años, y los últimos 6 años como directiva.
Madre de familia.
Original para sontushijos
¿Tengo que preocuparme?
Últimamente algunos padres me preguntan preocupados- en busca de consejo- ¿qué les puede estar pasando a sus hijos de 3 años que se han vuelto más difíciles de conducta?. El hecho más característico radica en que el comportamiento que hasta ese momento era bastante tranquilo y manejable, se vuelve de pronto más difícil de controlar, con frecuentes demostraciones de terquedad y rechazo a obedecer.
Yo les digo que no se preocupen, que simplemente están pasando la crisis de los tres años. Y la verdad es que se tranquilizan bastante al saber que su hijo no tiene un problema especial, sino que está pasando por una etapa con características singulares.
Este es un fenómeno natural en el desarrollo del niño, que se debe a que en esa edad se producen grandes cambios en un período corto de tiempo que los transforma radicalmente. Es un paso inevitable en el desarrollo y que se da porque entran en contradicción las posibilidades cada vez mayores del niño de actuar por sí mismo y hacer más cosas, y la manera en que los padres los hemos educando hasta el momento, de una forma dependiente.
A partir de los tres años, comienza en los niños una etapa de notorios cambios y avances en el intelecto que se manifiestan en el lenguaje y la conducta. Es la clásica edad de los interminables “porqué”, del “yo solito”, del “yo quiero”. Estas demostraciones externas tienen su explicación en la maduración del niño y según la orientadora, Mª Teresa Aldrete, se manifiestan fundamentalmente en tres esferas:
AUTODOMINIO Y AUTONOMÍA
La etapa vital del niño, durante los tres primeros años de su vida, ha supuesto el desarrollo de distintas habilidades y destrezas. Y al final de esta etapa ya han conseguido el dominio de lo que antes les enseñábamos con tanta insistencia (comer por sí mismos, vestirse, asearse). La superación de este proceso les da la oportunidad de reconocer lo aprendido y afirmarse en ello. Por eso, el hacer las cosas por sí mismos es una necesidad que demandan.
La consecuencia del autodominio es que son cada vez más autónomos y les gusta reafirmarse ante nosotros. Por ese motivo, es importante que aprovechemos esta demanda para educarles en el desarrollo de estas actividades cotidianas de su vida. Con mucha razón dice el profesor Victor García Hoz que “toda sustitución innecesaria en una actividad del niño provoca una limitación en el desarrollo de quien la reciba”. Esto significa que si el niño requiere ponerse los zapatos debemos dejar que se los pongan y alabar el hecho de que se los haya puesto- ¡¡aunque estén del revés!!. Porque el dejarles “hacer lo que pueden hacer” es dejarles desarrollar su autonomía y por ende, su autoestima.
“Este dejarles hacer lo que pueden hacer” debe ir acompañado de un proceso de responsabilidad gradual. Desde esta edad es interesante dotarles de pequeñas dosis de responsabilidad. Al principio, comenzaremos por desviar esta competencia hacia los buenos hábitos y el orden, esferas de la vida que empiezan a comprender y dominar.
AUTOAFIRMACIÓN
Como sosteníamos en el apartado anterior, la autoafirmación es una consecuencia de que el niño comienza a controlar el entorno y cada una de las destrezas propias de su edad. Como ya conoce y supera las situaciones cotidianas quiere actuar por sí mismo. Esta autonomía le reporta deleite, consecuencia directa de superar una situación o etapa de aprendizaje.
En este periodo de autoafirmación de la personalidad es fundamental que los padres delimiten claramente las conductas inadecuadas y que feliciten las oportunas.
El niño experimenta en su interior una imperiosa necesidad de normas. Necesita que le tracemos un camino y le acotemos, a través de señales inequívocas, los lindes. Este mapa es lo que hará que el niño se sienta seguro y feliz.
La argumentación, siempre positiva, que se puede trasmitir a un niño para convencerle de que haga el bien podría ser: “Yo te quiero y por eso deseo que seas mejor. Si eres bueno te sentirás contento y yo deseo que seas bueno para que seas feliz”.
AUTOACEPTACIÓN
En el entorno familiar- padres, hermanos, abuelos, tíos, primos y amigos- descubrimos las primeras etapas de nuestra excursión por la vida, que determinarán nuestros sucesivos descubrimientos del entorno y lo que es más importante nuestro propio yo. Este “yo” es un reflejo del exterior. Ser "yo" es ser visto y oído, dejarse ver y oír. Son los otros, antes que nada mis padres, los que me dan el ser y me ayudan participar en mi identificación, en llegarme a conocer.
En un ambiente sano y familiar el niño se descubre a sí mismo y comienza a aceptarse y a reconocerse como tal. Este ámbito es el propicio para aprender de una manera natural que lo menudo se reviste de trascendencia. Y la principal razón por la que ocurre esto es porque nuestros padres, con una educación llena de cariño, son nuestra referencia universal. A través de ellos miramos, vemos y entendemos el mundo. La familia es nuestro punto de encuentro -“el meeting point”- un espacio acogedor donde nos entienden y nos quieren como somos.