PROHIBIR NO ES LA SOLUCIÓN

Autor: Alberto Quesada

Profesor de secundaria

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Original para sontushijos

Pensar una verdadera educación digital.

En el colegio, los móviles están prohibidos. Tampoco se permiten en las colonias, convivencias, en los stages deportivos y cursos de verano. En casa, hay ley seca hasta la hora de cenar.

Esta es la actitud que, en el mejor de los casos, tienen los padres preocupados por la buena educación de los hijos. La postura opuesta es la de las familias que dan libertad con la excusa de que no se puede luchar contra la omnipresencia de la red o del aluvión imparable de imágenes y sensaciones que llega al móvil.

En mi opinión, ninguna de las dos opciones es la correcta. La primera alternativa sencillamente retrasa el contacto con los dispositivos móviles, pero no aporta recursos (no, al menos, a priori). La segunda deja abandonado al adolescente frente a los numerosos riesgos de la red. ¿Qué hacer?

1. Mirar la realidad y enseñar a mirar la realidad

En mi trabajo como docente uso constantemente el ordenador portátil, el iPad y el teléfono móvil, y no me considero una persona a la vanguardia de la tecnología. Pertenezco a varios grupos de Whatsapp y aprovecho los momentos libres para ojear las últimas actualizaciones de Twitter. Por supuesto, de vez en cuando abro mi Facebook para planear sobre notificaciones de cumpleaños y demás. Hago fotos constantemente para capturar ideas, retratar momentos de trabajo e informar a las familias. Grabo vídeos para clases invertidas

En el tiempo libre no veo la tele: veo los vídeos de mis canales preferidos de YouTube y echo un vistazo a los programas a la carta. Me siento en el sofá y utilizo el Chromecast para poner los vídeos, las fotos o los ir a los links que me han ido llegando.

Y lo más importante, mientras los alumnos juegan o trabajan en el colegio, yo utilizo el móvil. Ellos saben que yo saco el teléfono o el iPad invariablemente cuando me he quedado sin otra ocupación, porque estoy vigilando el patio o porque consulto el correo entre clase y clase o porque miro el horario y la programación antes de entrar en el aula. Y ellos quieren hacer lo mismo y no entienden por qué no se lo permitimos.

2. Los móviles no son juguetes

Hace algún tiempo, un alumno de 1º de ESO me preguntó: «¿Hoy haremos clase normal o usaremos los iPads?». Este comentario me cayó como un jarro de agua fría, pues llevaba unas semanas de metodología 1:1 durante una hora semanal de sociales, y me parecía un éxito de resultados y de implicación de los alumnos. Los alumnos pensaban que estábamos jugando y que eso no era estar en clase de verdad.

Estas percepciones erróneas suceden al introducir los dispositivos digitales de manera poco ordenada. Si en todos los contextos de aprendizaje se abusa del juego, los aparatos se asocian a la diversión.

La implantación de los ordenadores en los centros educativos no queda excluida de esta distorsión: si los sistemas 1:1 solo se emplean en contextos gamificados, se genera -casi inconscientemente- un prejuicio contra la seriedad de estos instrumentos. Si el móvil se usa solo para jugar o para la conversación insustancial, se genera una percepción que altera la alfabetización digital.

Todo ello nos invita a pensar cómo introducimos a los niños en la tecnología o si, por el contrario, los lanzamos al mercado digital sin una preparación previa. En concreto, conviene preparar un proceso gradual de inmersión: pasar por aplicaciones que no sean juegos, sino herramientas útiles en el día a día de los niños. Una orientación así permite dar sentido a los 600 euros que una familia gasta por un iPhone.

3. Prohibir con sentido

Lo dicho hasta ahora nos lleva a apuntar que no se gana nada retrasando el contacto de un niño con las herramientas digitales. Sin embargo, la asunción de ritmos de uso no puede dejarse a la deriva. Del mismo modo que no dejamos a un niño de 4 años salir solo a la calle, tampoco es prudente permitir la libre utilización de los dispositivos digitales. ¿Edad? Depende: en 1º de ESO los niños son muy distintos entre sí, porque la educación en la familia también es muy distinta entre ellos.

Primero, se dejará el aparato en momentos y circunstancias bien puntuales. Después, convendría ir ampliando el periodo de posesión del móvil a la vez que se hace hincapié en la necesidad de desconectarlo o apartarlo en situaciones concretas: estudio, tiempo en familia, horas de sueño, etc. Finalmente, se dará libertad y la intervención paterna se limitará a una labor de orientación o consejo, o ultima ratio, como castigo por un comportamiento muy grave.

4. Formar en positivo

Yo no pondría el acento en la prohibición o en el miedo a la red. Me parece que esta ha sido la tónica de las charlas y sesiones sobre formación digital en las familias. Las cosas han cambiado y, ahora, los padres y educadores estamos familiarizados con la tecnología digital. Bastaría por tanto cambiar nuestro paradigma y pensar en los recursos que un niño, en cada situación, puede utilizar e irle progresivamente formando en el uso de aplicaciones y recursos on-line.

Los ejemplos son incontables. Eso sí: conviene apartar la mente de las redes sociales, que serían el último escalón en el proceso de madurez digital, o de los videojuegos, que es la salida fácil para que los niños estén entretenidos. En su lugar, aparece toda una retahíla de recursos para cultivar cualquier hobby o utilizar en el trabajo cotidiano. En el coche, podemos ir siguiendo la ruta a través de un navegador gps, o ir haciendo fotografías de los paisajes para hacer un concurso en familia. Se pueden ver las estrellas con una herramienta de realidad aumentada, o visitar un museo con la guía. Podemos vender los muebles que no necesitemos más, mirar la cartelera o reservar una mesa para la cena. Todo depende muchas veces del tiempo que dedicamos a pensar la utilidad del teléfono móvil o la conexión de datos antes de que el niño lo haga por su cuenta y nos encontremos con el problema de dejarle el móvil para que se entretenga.

En definitiva: la educación digital es el nuevo reto al que padres y docentes nos enfrentamos. Esperar a los cursos de secundaria es demasiado tarde. Hay que formar en positivo para ofrecer técnicas y habilidades que puedan ponerse en marcha conforme el niño va madurando, y utilizar la prohibición en la medida en que pueda ser justificado por sus educadores, precisamente porque ellos predican con el ejemplo o viven unas normas de buena educación que tienen un claro sentido positivo.

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