APRENDER A LEER DESDE LA CUNA

Autor: Javier Peña

Profesor de Educación Primaria.

Tutor con más de veinte años de experiencia.

Colegio Munabe Ikastexea.

Fuente:

Original para sontushijos

Aunque en un principio parezca mentira, esto es así.

La lectura de una persona empieza en la descodificación de signos.

Signos que, en un principio, nos llegan por transmisión oral y poco a poco, con la comprensión de los mismos, el aumento del vocabulario escuchado, lo que en unos primeros momentos transmitimos con pequeños balbuceos y vocalizamos a nuestros progenitores (principales ayudantes en nuestro proceso lector) nos hacen ir tejiendo las bases de nuestro futuro uso del lenguaje tanto a nivel oral, como lector y escrito.

Cuando nuestro padre o madre nos lleva a la cuna (siendo muy pequeños) y allí, reza con nosotros, nos lee un cuento, nos habla de su día… nos está transmitiendo una serie de signos que, poco a poco, nos van a ir configurando nuestro futuro lenguaje.

Al principio nos puede parecer banal contar cosas a un niño tan pequeño que no nos va a entender, que nos mira con ojos amorosos de hijo a padre/madre, que se queda dormido con nuestras palabras. Pero el devenir del tiempo nos demuestra que los niños que han tenido estas experiencias, desde ahí en adelante, tienen una comprensión oral mucho más apta que el resto de sus compañeros.

Poco a poco vamos creciendo y desarrollando nuestra autonomía: ahora somos nosotros los que acabamos la frase de la oración de los padres, los que pedimos que se nos cuente un cuento mil veces repetido (mejor leído por si equivocamos la palabra habitual), los que preguntamos (aumentando vocabulario) por una u otra cosa del cuento, los que no nos queremos dormir,…

Esos cuentos que escuchamos, que compartimos las imágenes impresas que nos enseñan nuestros padres, que nos acompañan en nuestro crecimiento, que jalonan el proceso con preguntas, con comentarios, con aclaraciones de los mayores, con reconocimiento de algunas vocales, con… que nos hacen ir descubriendo un mundo nuevo, algo especial que pueden tener unas hojas de papel. Puede parecer mentira que, aún sin leerlo nosotros, nos veamos inmersos en mundos imaginarios que proponen preguntas y encuentran respuestas. Respuestas de padres, de sus primeros maestros, todas válidas, todas con mil caminos por descubrir. Cada pregunta abre dos respuestas, cada respuesta más preguntas y esta interacción padres – hijos es el cimiento visible de la lectura de nuestros hijos.

Un niño siempre quiere más (en los columpios, en las barracas, en…). Quiere descifrar signos (son las letras), unir unos con otros (palabras), entender significados (frases), relacionarlos con otros (comprensión), por oral al principio, entendiendo luego, ahí tenemos a nuestro vástago empezando a ser “más mayor” en el largo proceso de la lectoescritura. Porque lo que leemos o entendemos, tendemos a reproducirlo. Primero en un dibujo, luego con letras que unimos, tendrán más o menos sentido pero todo es alabable pues es su principio de la lectura y escritura. Y cuando tiene las herramientas suficientes para levantar el vuelo, se lanza a volar. Y lee… y entiende…, y pregunta…, y contestamos…, y pregunta más y encuentra respuesta. Mil respuestas que le hace preguntar más. Hasta el agotamiento de los mayores. Pero es nuestro hijo. No puede haber pregunta sin respuesta. Será más o menos oportuna, pero responderemos, o nos iremos a google…, pero responderemos. Porque es “ahí” donde estamos ayudando a nuestro hijo a su desarrollo personal. Ya no solo a su lectura sino a su crecimiento como persona.

Leer no es solo decir algo que aparezca escrito y sepamos descifrar. Leer es vivir: crecer, saber responder, tener inquietudes, dar respuesta, usar mi voluntad, argumentar, relacionarme, meterme en mundos imaginarios y reales, transformar, visualizar, …

Y todo esto…..............................................................

....................................................................................Desde la cuna.

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