"EVASIONES Y ESCAPISMOS DEL YO"

Autor: Eli Bengoetxea
Licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Deusto.
Máster en Dirección de Empresas Educativas, y Máster en Asesoramiento Familiar.
Ha trabajado como Directiva y profesora en varios centros educativos impartiendo clases a adolescentes.
Ha llevado la Dirección técnica y de Formación de distintos centros educativos.
Fuente:

Original para sontushios

Hay gente buena y gentre triste y necesitada de una palabra de aliento.

 

Estos días de vacaciones he tenido la suerte de poder ir en bici por los “bidegorris” de San Sebastián, y entre las miles de cosas maravillosas que uno puede contemplar en esta hermosa ciudad es la gente, mucha “ buena gente”. 

Es habitual ver una madre tirando feliz del carrito de su hijo, un anciano encantador tirando de la silla de ruedas de su mujer, un grupo de jóvenes tirando de un grupo de discapacitados orgullosos de sus monitores, un padre tirando de la bici de su hijo y los patines de su hija, varias amigas tirando unas de las otras mientras pasean chismorreando, encantadas y a toda caña, por la Concha.... Cuántos rostros y miradas en los que como telón de fondo se lee: " ¡qué bien se está aquí ¡qué bien se está contigo! ¡Qué bueno que existas!". Son, sin ser muy conscientes de ello seguramente, gente afortunada que tienen la gran suerte de vivir en un ambiente de cariño natural y acostumbrados a tirar unos de otros como lo más normal. 

Como contraste, desgraciadamente, uno también se encuentra con otros escenarios en los que el telón de fondo no te deja indiferente. Son las luces y sombras de una ciudad. Me refiero a escenarios en los que se lee tristeza en las miradas de sus protagonistas. Es como si dijeran: "necesito que alguien me quiera, que le de sentido a mi vida, no me gusto...necesito escapar de esta realidad", y para escapar ves muchos niños y niñas que se tiran al suelo para darle al botellón casi toda la tarde; se tiran en los bancos o por la hierba para dejarse manosear, y al menos por unos momentos fugaces de placer, sentirse "queridas" ellas y "satisfechos" ellos; se tiran a los bolsillos para hacerse unos buenos porros y poder escapar a otros escenarios con otros telones de fondo...; y tampoco faltan las niñas de unos 12 o 13 años a lo sumo maquilladas a lo Cleopatra con medias de encaje y shorts que se dedican toda la tarde, quizá también sin ser plenamente conscientes de ello, a atraer desesperadamente miradas, y “ buscando guerra” a la salida de centros comerciales... 

¡Escapes y más escapes de gente emocionalmente insatisfecha que busca ser feliz sin saber muy bien ni dónde, ni cómo, ni con quién... Y lógicamente se tiran a lo aparentemente más fácil, buscando compensaciones, huidas y placeres inmediatos. Maneras equivocadas de satisfacer su distorsionada afectividad y su baja autoestima, en muchas ocasiones. 

¿Qué es lo que cambia en unos y otros? Se podrían decir muchas cosas, pero desde luego un aspecto que cambia, claramente, es el enfoque y sentido que sus protagonistas le dan a la vida. En el primer escenario el telón de fondo es: tirar de los demás, y así, tirando de los demás (consciente o inconscientemente) tiran de sí mismos. El punto de mira, el horizonte es "el otro", es la amistad, es el amor a los demás cuya compensación quizá no es inmediata, pero sí real y eficaz. 

En los demás escenarios el telón de fondo, el punto de mira y el horizonte es el mismo: "yo mismo", la búsqueda desordenada de placer, y la necesidad imperiosa de evasión. Comportamientos que muchas veces son debidos a una anemia emocional del "yo" que tratan de subsanarla dañándola aún más, pues muchos de ellos no son ni conscientes de su debilidad emocional ni de que exista un modo de salir de ella. 

En este sentido pienso que la familia tiene un papel fundamental. El amor en la familia es la medicina preventiva, el ámbito natural en el que uno ha de aprender a amar. El mayor regalo que puede hacer un padre o una madre a su hijo o hija es enseñarle a amar bien, y para ello, como todo en la vida, la primera lección es el propio testimonio de los padres. Los padres han de ser modelo auténtico de amor, y enseñar a los hijos desde pequeños que el horizonte o punto de mira no es "uno mismo" sino " el otro". 

Cuando el horizonte es "tirar del otro", es decir, el bien del otro y servir al otro, y esto los hijos lo ven y viven con cariño y naturalidad en casa, además de aprender a tener menos problemas personales, aprenden a ser felices dándose, y no necesitan de "falsas evasiones y escapismos" para sentirse emocionalmente satisfechos. 

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